La Constitución (y otras ilusiones)
por Mumia Abu-Jamal
A todos y todas nos enseñan desde la cuna (o eso parece) las
glorias de la Constitución, un documento que yace en el mero corazón de
la religión civil de Estados Unidos.
Aunque dudo que sea común en pos del desastroso programa “Ningún niño
se queda atrás”, antes, en las escuelas, enseñaban a los alumnos a
memorizar párrafos enteros de las provisiones constitucionales, junto
con la mitología nacional de los “Padres Fundadores” como dioses
olímpicos modernos que otorgaban la libertad desde los cielos.
De todos nuestros mitos, los inculcados en la infancia son más
difíciles de destruir porque tienden a ser la base de nuestro conocimiento.
Pero todas las naciones tienen sus mitos fundadores. Los griegos,
por ejemplo, creían en un panteón de diosas y dioses caprichosos y a
veces malévolos, como Zeus, Atenea, Hera y Ares, para explicar las
incertidumbres y tribulaciones de la vida, la muerte, la sabiduría y la
guerra.
Lo de los “Padres Fundadores” es un mito americano moderno, porque
¿cómo es posible que los esclavistas fueran dadores de la libertad sin
liberar a sus propios esclavos? Y casi todos -- George Washington,
Thomas Jefferson, hasta Patrick Henry (famoso por su discurso “¡Dame la
libertad o dame la muerte””) – eran dueños de esclavos, este último
cuando gritó las incendiarias palabras y después, cuando las puso en papel.
Como decía I. Abdul Jon, simpatizante de la organización MOVE,
“Solo tienes que hablar y escribir de la libertad de expresión o la
libertad de religión o cualquier otro tipo de libertad si no la tienes,
porque si la tienes y no te molesta que alguien más la tenga, y es real,
no tienes que escribir sobre ésta o hablar de protegerla, o lo que sea...”
Es bastante cierto.
En 1865, mientras el humo de la Guerra Civil en Estados Unidos se
desvanecía, el Congreso promulgó las llamadas Enmiendas de la
Reconstrucción, que supuestamente otorgaban la ciudadanía a millones de
hombres negros libres, muchos de los cuales habían peleado para
conservar la Unión. Estas enmiendas prohibían la discriminación y
protegían el derecho a votar, pero sólo en papel.
De hecho, debido al terrorismo blanco y las cortes y legislaturas
racistas, estos “derechos” constitucionales fueron ignorados por el
gobierno federal y los estatales durante 100 años, hasta que nació el
movimiento moderno por los derechos civiles a mediados del siglo XX.
Y ahora, nace otro mito, el de las libertades logradas por esos
movimientos o concedidas por los tribunales ilustres.
Es cierto que surgían nuevas libertades ––para los que podían
pagar. Es decir, para una clase selecta. La libertad fue concedida a
los negros de clase media que podían acceder a ella.
Para los negros pobres, la Constitución tiene toda la relevancia
como los documentos descritos por el escritor Anatole France, quien
comentó: " La Ley, en su magnífica ecuanimidad, prohíbe, tanto al rico
como al pobre, dormir bajo los puentes, mendigar por las calles y robar
pan”.
¿Dónde quedó el derecho constitucional a una educación, a un hogar,
a un empleo ––o a la propia vida?
Mientras una hoja de papel sea objeto de adoración, muchas personas
seguirán sufriendo, mientras otras festejan.
Desde el corredor de la muerte, soy Mumia Abu-Jamal.
--(c) '09 maj
Escrito 14 de marzo de 2009
Texto circulado por Fatirah Litestar01@aol.com
Traducción Amig@s de Mumia, México
Periodismo de la nueva era
martes, 31 de marzo de 2009
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